Todos conocemos el caso de una pareja que no estaba en los mejores tantos, ya sea porque cortan y regresan de forma continua, o porque los altercados de la rutina dificulta las demostraciones de efecto. Y también conocemos el hecho de que muchas de ellas quieren tener hijos porque consideran que es una forma de poder reparar los problemas de los vínculos.
Y lejos de poder solucionarlos, los niños terminan por hacer que los matrimonios se divorcien, o que los novios se separen. Pero que no se malinterprete, los hijos no son los culpables de esto. Todo lo contrario: el problema radica en que los padres depositan en los niños que traen al mundo su felicidad, cuando en realidad las cosas deberían darse de otra forma.
Los expertos teniendo en cuenta estas normativas, tomaron cartas en el asunto y decidieron analizar el porqué de este problema. Lo cierto es que su objetivo era responder la hipótesis siguiente: “Los hijos, ¿realmente hacen más felices a las parejas? O bien, ¿hacen más felices a las parejas felices y más infelices a las que tienen problemas?”.
TODO ACERCA LOS HIJOS EN LA PAREJA
Los investigadores decidieron dividir la forma en la que ejecutaron esta investigación en varias aristas, en función de las cuestiones individuales de cada uno de los adultos, para luego tomar en cuenta la incorporación de los niños.
1. Parejas felices: para parejas que ya son felices y tienen una relación sólida, tener hijos puede añadir una dimensión emocional muy positiva a sus vidas. El cuidado de los hijos, el compartir experiencias familiares y el ver crecer a los niños pueden fortalecer aún más los lazos emocionales entre la pareja. En este caso, tener hijos tiende a aumentar la felicidad percibida.
2. Parejas con problemas: por otro lado, para las parejas que ya están experimentando dificultades o conflictos en su relación, tener hijos puede exacerbar estos problemas. La llegada de un hijo puede aumentar el estrés, la carga financiera y las demandas emocionales, lo que puede poner más presión en una relación ya frágil. En estas circunstancias, tener hijos podría contribuir a una disminución en la felicidad de la pareja.
3. Factores individuales: además de la calidad de la relación de pareja, los factores individuales también juegan un papel importante. Por ejemplo, algunas personas encuentran una gran satisfacción y significado en ser padres, mientras que otras pueden sentirse abrumadas o menos felices con la crianza de los hijos.
4. Expectativas y realidades: las expectativas sobre la paternidad también pueden influir en la percepción de la felicidad después de tener hijos. Las parejas que tienen expectativas realistas y están preparadas para los desafíos que conlleva la crianza de los hijos tienden a adaptarse mejor a la paternidad y mantener un nivel de satisfacción más alto.
También hay que tener en cuenta que los problemas en la vida laboral de cada uno puede afectar significativamente el vínculo con la pareja, y de esa forma también repercutir en la posibilidad de concebir hijos. Las personas que no saben sortear sus problemas por fuera de la relación tienen muchas más probabilidades de lastimar la relación y de no poder aprender a solucionar los conflictos.
Ahora bien, una vez comprendido el estado en el que deben estar los adultos a la hora de tener hijos, es cierto que lo que sigue es tenerlos. Y acá ya están los dos caminos expuestos, por lo que los resultados se pueden vislumbrar. Las parejas que no están en un buen estado, difícilmente puedan mejorar su relación una vez que vienen los niños
Tener hijos es muy complicado y acarrea muchísimo trabajo, junto con pocas horas de sueño, que pueden dificultar por sobre todo el vínculo de la pareja. A pesar de que significa una alegría enorme y puede ser un antes y un después, no significa que el amor hacia los niños mejore la relación con la pareja.
No es muy difícil de imaginar ese escenario: encima que ya había roces entre las partes, sumar los factores de poco sueño, cansancio, irritabilidad, nervios porque es la primera vez que uno cuida de una vida, así como amor extremo y entusiasmo, no conlleva a un resultado de amor y de felicidad. Todo lo contrario: los problemas se agravan aún más.
Distinto es el caso de los matrimonios que están en un buen momento. Ambos disfrutan de su vida individual y de sus trabajos, saben sortear los problemas individuales que tiene cada uno de forma personal sin volcarlo a la vida de pareja. Para ellos, tener hijos posiblemente mejore la dinámica familiar, haciéndola mucho más feliz y amena.
Entonces, la próxima vez que uno considere que los pequeños pueden efectivamente mejorar la cuestión familiar, hay que replantearse si podría ser algo positivo entiendo el contexto en el que uno está situado, o bien podría dejarse de lado para poder solucionar primero las cuestiones personales, para luego proceder a ver si se podría llegar a concebir.
Lo cierto es que tener hijos puede ser el sueño de muchos adultos, y es algo que tienen todo el derecho de poder concretarlo. Pero eso no significa que haya que tenerlos para satisfacer una índole personal y hasta egoísta, que deja a un costado la felicidad de los chicos que terminan creciendo en un ambiente hostil y oscuro, y para íntimo ni familiar.
Los expertos concluyen que el amor por los hijos no es una varita mágica, que llega a poder solucionar todos los problemas adultos. Las flaquezas en las parejas se tienen que ver por fuera del ala familiar, charlarlos, trabajarlos juntos, para de esa forma poder avanzar en la vida familiar y así disfrutar de las etapas que tienen que llegar.