La duración de la lactancia materna es un tema que varía en diferentes culturas y sociedades. Mientras que en algunas culturas es algo normalizado y aceptado, en los países occidentales puede enfrentar estigmatización y desaprobación.
Llamarla “lactancia prolongada” puede llevar a malentendidos, ya que implica que dura más de lo esperado, cuando en realidad no debería ser percibida de esa manera. Es fundamental comprender que la lactancia materna es igualmente válida y beneficiosa tanto a los tres meses como a los tres años, sin importar distinciones arbitrarias.
La lactancia prolongada ofrece beneficios tanto para el bebé como para la madre. Algunos de los beneficios incluyen:
- Refuerzo inmunitario continuo: Brinda protección contra enfermedades y ayuda a fortalecer el sistema inmunológico del bebé a medida que crece.
- Prevención de enfermedades: Se relaciona con una reducción del riesgo de enfermedades cardiovasculares y obesidad infantil, tanto en la infancia como en la edad adulta.
- Vínculo emocional: Crea un vínculo especial entre la madre y el bebé, brindando seguridad y consuelo.
- Beneficios emocionales: Estudios han demostrado que las lactancias prolongadas están asociadas con menores niveles de ansiedad en la adultez y un mejor ajuste social en los niños.
Para las madres, la lactancia prolongada también tiene ventajas, como:
- Protección contra el cáncer: puede reducir el riesgo de cáncer de mama, ovario y endometrio en las madres.
- Reducción del riesgo de osteoporosis y diabetes tipo 2.
No existe un límite específico ni evidencia científica que respalde el destete en una edad determinada, aunque generalmente ocurre alrededor de los 4 años. La duración de la lactancia debe ser una decisión personal de la madre y el bebé. La Organización Panamericana de la Salud (OPS) la recomienda exclusiva durante los primeros seis meses y continuar con ella al menos hasta los 2 años.
Es importante respetar las elecciones individuales de las madres y evitar juzgar o estigmatizar la lactancia prolongada. El destete natural suele ocurrir entre los 2 años y medio y los 7 años de edad, y cada niño y madre tienen su propio ritmo.